martes, 3 de septiembre de 2024

NO ESTAMOS CON LOS POBRES SI NO ESTAMOS CONTRA LA POBREZA

Los pobres son personas sin peso social, que cuentan poco en la sociedad y en la Iglesia. Es así como son vistos, o más bien no vistos. Pues, como excluidos, resultan invisibles en el mundo actual. Los motivos son diversos: por supuesto los de orden económico, pero además el color de la piel, ser mujer, pertenecer a una cultura despreciada o apreciada sólo por su exotismo, que viene a ser lo mismo. Al hablar, desde decenios, de los «derechos de los pobres» nos referíamos a todas esas dimensiones de la pobreza.

Una segunda perspectiva, presente también desde los comienzos, fue la de ver al pobre como ‘el otro’ de una sociedad que se construye contra sus derechos más elementales, ajena a sus valores. Así resulta que la historia leída desde ese ‘otro’, por ej. a partir de la mujer, se convierte en otra historia. Pero ese re-leer la historia se convertiría en pura especulación si no incluyese el re-hacerla. En ese orden de cosas y pese a los obstáculos y limitaciones que se oponen a ello, es firme el convencimiento de que son los mismos pobres los que deben asumir su destino.

No basta con tener conciencia de esa complejidad. Hay que advertir su fuerza interpeladora y hay que considerar la condición del pobre como ‘otro’ en toda su desafiante realidad. Gracias a que nos hemos comprometido con el mundo de la pobreza, en ese proceso nos encontramos con la vivencia -de un modo u otro- de la fe cristiana. La reflexión teológica se nutre de esa experiencia cotidiana y, a su vez, la enriquece.

Se está trabajando arduamente en algunos aspectos importantes de esa complejidad. En esta línea se sitúan los esfuerzos por pensar la fe a partir de la situación secular de despojo y marginación de los diversos pueblos indígenas de nuestro continente y de la población negra incorporada violentamente a nuestra historia desde hace siglos. Hemos sido testigos del vigor que adquiere la voz de estos pueblos, de la riqueza cultural y humana que son capaces de aportar, así como de las facetas del mensaje cristiano que nos permiten descubrir. Sin contar con el diálogo con otras concepciones religiosas que pudieron sobrevivir y que, pese a ser hoy minoritarias, son igualmente respetables, pues son seres humanos los que están comprometidas con ellas y que, sin recrearlas artificialmente, las conservan en su propio acerbo cultural y religioso.

Son también particularmente exigentes las reflexiones teológicas que provienen de la inhumana y, por consiguiente, inaceptable condición de la mujer en nuestra sociedad, en especial la que pertenece a los estratos sociales y étnicos a los que acabamos de referirnos. Dichas reflexiones son realizadas sobre todo por mujeres, pero nos cuestionan a todos, en especial cuando se hace una relectura bíblica desde la condición femenina. No se trata, como algunos acaso piensen, de defender antiguas culturas fijadas en el tiempo y que el devenir histórico habría superado. La cultura es creación permanente. Lo vemos en nuestras ciudades, crisol de razas y culturas en sus niveles más populares, pero a la vez espacio de crueles y crecientes distancias entre los diferentes sectores sociales que las habitan.

Este universo en proceso, que en gran parte arrastra y transforma los valores de las culturas tradicionales, condiciona la vivencia de la fe y constituye un punto de partida histórico para la reflexión teológica. No obstante, el discurso sobre la fe no debe perder de vista el terreno común del que parte y en el que discurre nuestra reflexión teológica: el de los ‘insignificantes’, el de su liberación integral y el de la buena nueva de Jesús dirigida preferentemente a ellos.

Hay que evitar que la necesaria y urgente atención a los sufrimientos y esperanzas de los pobres dé lugar a búsquedas ineficaces de cotos teológicos privados, que sería fuente de exclusividades y desconfianzas. En lo esencial, se trata del combate cotidiano por la vida, la justicia y los valores culturales y religiosos de los desposeídos. También por su derecho a ser iguales y al mismo tiempo diferentes.

Gustavo Gutiérrez, OP

Publicado en Revista “Reflexión y Liberación” n° 122 / Santiago de Chile

viernes, 30 de agosto de 2024

ACERCANDONOS A LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

La prueba de Turing nos remonta a Alan Turing, - más de un lector lo identificará por la película Descifrando Enigma-. Este matemático, lógico y filósofo es el autor de Computer, Machinery and Intelligence, considerado como el trabajo fundacional de esta nueva ciencia. En este artículo se plantea si las máquinas pueden pensar como los hombres. La respuesta llegó en 2016 cuando los ojos de Lee Sedol, campeón del mundo de Go, -un complejo juego al que, utilizando su intuición y su pensamiento estratégico, se pensaba que solo los humanos podríamos jugar, -, se llenaron de lágrimas al perder por 4 a 1 contra DeepMind de Google. El ordenador ganó siguiendo no solo las reglas dadas por los programadores, sino empleando un sistema de aprendizaje automático. ¡Cómo es la vida! La IA aprende por sí misma. En resumen, la IA es una tecnología que intenta replicar o imitar la inteligencia humana o las capacidades cognitivas mediante los algoritmos, que son modelos estadísticos que dan sentido a esa información para tomar decisiones.

Siguiendo con el cine, este escenario nos remite a múltiples interrogantes. Sobrevuela la conversación entre Dave y HAL (https://www.youtube.com/watch?v=LhSzzrVgFo0) en 2001: Una odisea en el espacio, cuando el ordenador se niega a obedecer una orden del humano. Ahora mismo, uno tiene la misma sensación de perplejidad que tenían nuestros mayores de finales del XIX, cuando los maestros de la sospecha (Darwin, Freud, Nietzsche, Marx) les quitaron el infantil sueño de ser excepcionales. Puede que la IA, como dice Coeckelberg, en el XXI esté “asestando otro golpe a la autoimagen de la humanidad. Si una maquina puede hacer esto, ¿qué queda para nosotros? ¿Qué somos?”.

La IA que está detrás de muchas de las tecnologías que tanto jóvenes como ancianos y enfermos utilizan a diario, abre nuevas posibilidades y, en consecuencia, tiene todo sentido preguntarnos hasta dónde podemos llegar.  Las posibilidades son enormes y en el futuro aun serán más. ¿Hagamos lo que hagamos nos va a llevar necesariamente a una vida buena? Siendo consciente de que se hará todo lo que se pueda hacer, ¿es lícito hacer todo lo que se puede hacer?
Las actuales tecnologías nos seducen desde la falsa perspectiva de que nos facilitan las cosas y nos ofrecen comodidad. Mientras la ética nos advierte de los riesgos, la tecnología nos dice “¿por qué no? Sí, así es más fácil”. Identificamos de modo demasiado fácil la IA con la libertad. No se está cayendo en la cuenta de que renunciamos a múltiples procesos en la toma de decisiones porque será la máquina la que decida por nosotros. 

Quedan pendientes preguntas sobre la irrelevancia del ser humano, la respuesta del transhumanismo, la privacidad de los datos que proporcionamos para que la IA funcione, el poder que se dimana de esos datos, la preguntas sobre quien decide sobre el uso de las tecnologías, ¿son los ciudadanos o son los gobiernos y las grandes tecnológicas? ¡Cómo es la vida! Al final la pregunta es por la Humanización.

jueves, 29 de agosto de 2024

Tercer Congreso Internacional de Cuidados Paliativos en Quito (Ecuador)


En el marco de las Jornadas de Cuidados Paliativos organizadas por la Federación Ecuatoriana de Cuidados Paliativos (https://www.facebook.com/fecupal) GRABAMOS UN VIDEO  https://www.facebook.com/reel/1232625161200889 en el que ofrecemos algunas pistas para poder abordar la experiencia de la pérdida y la elaboración del duelo. TE INVITO A VERLO.