Han pasado 8 días
desde el miércoles de ceniza. Antes de seguir adelante quiero
preguntarte: ¿dónde estás? ¿A dónde has llegado? ¿Hacia dónde te estás
encaminando? No solo te pregunto a ti, somos compañeros de camino,
también me lo pregunto a mí.
De un modo aún más
sencillo, ¿Cuál es la meta de tu vida? Y más en concreto aún, ¿Cuál es
la meta de estos 40 días? Y si tienes alguna meta para ellos, qué cosas
estás haciendo ¡ya! para ir logrando eso que te has propuesto. Ponlo en
un papelito, en el recordatorio del teléfono móvil o en la Tablet. No lo
olvides, por favor.
Nuestra sociedad no
es la “sociedad del ocio”, todo lo contrario, es la sociedad de la
distracción. Nos invita a vivir despistados. Con la mirada distraída,
desatenta. Descentrados.
Si quieres lograr
algo de lo que te propones, has de poner eso en el Centro y todo lo
demás ha de ir a un segundo lugar. Como dice mi amigo Javier Barbero,
por mucho que pretendas estirarla “la falda no da pa más”. En la vida
espiritual ocurre del mismo modo. Si no tenemos una meta clara estaremos
distraídos y gastaremos nuestras fuerzas en lo secundario.
En el Evangelio de
este domingo Lucas nos presenta la Transfiguración. Dice el teólogo
ortodoxo Jean Corbon que “el objetivo de la Transfiguración, conforme al
de toda la Economía revelada en la Biblia, es la salvación del hombre.
Como en la Zarza ardiente, el Verbo “deja ver” en su Cuerpo la Luz de su
divinidad no para hacer saber, sino para hacer vivir, para salvar: se
revela dándose y se da para transformarnos en Él”.
Jesús tuvo claro su
objetivo: Vivir y anunciar el Reino a sus hermanos los hombres. El
objetivo es la vida del Reino, es decir, la vida eterna, la vida de Dios
y con Dios. Y la vida eterna no está para llegar, no es algo del
futuro, no es algo que esté por venir. Es ya, comenzó, el reino está
presente, Dios está aquí. Dios está donde yo estoy, aquí y ahora.
“Permaneced en mí
como yo permanezco en vosotros”. Comprender esto es comprender que Dios
está en el Centro de nuestra vida. Dios está activo en el Centro de
nuestra vida. Comprender espiritualmente que Dios nos inhabita, nos
llena, nos colma, se hace misteriosa y silenciosamente presente es el
suelo que permite decir con John Donne (1572-1631): “muerte morirás”. Ya
no hay un antes ni un después. Todo está bien y seguirá estándolo,
“porque yo he vencido a la muerte”.
Como dice Jean
Corbon, “Moisés y Elías pueden abandonar la cueva del Sinaí sin taparse
la cara con un velo: ahora contemplan la Fuente de la Luz en el Cuerpo
del Verbo”. Nosotros también podemos abandonar la cueva del miedo que
nos tiene tan despistados y descentrados, porque en Jesús podemos ver la
Compasión de un Dios que vive con nosotros.
Termino copiando a Henry Nouwen y haciendo mías sus palabras:
"Si me preguntaran a bocajarro:
Qué significa para tí vivir espiritualmente?,
tendría que contestar:
Vivir con Jesucristo en el centro".
Qué significa para tí vivir espiritualmente?,
tendría que contestar:
Vivir con Jesucristo en el centro".
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