miércoles, 15 de abril de 2020

LO QUE SÍ TENGO QUE HACER CUANDO ACOMPAÑO EN DUELO (I)



no-lo-hagas | BebemomentumEn la anterior entrada, qué no tengo que hacer cuando acompaño a alguien en duelo, hablaba de tres errores que habitualmente cometemos  cuando acompañamos a alguien que nos importa y le vemos sufrir: dar soluciones, actuar con prisa y evitar hablar de ello. 
Actuamos de esa manera no porque seamos malvados o el otro no nos importe, sino porque el sufrimiento de la otra persona impacta con tal virulencia en nosotros que nos sentimos amenazados y superados, de tal modo que, en vez de responder pausadamente, comprendiendo lo que el otro dice, lo que significa para él lo que dice, qué es lo que le hace sentir y cómo le lleva a actuar; lo que hacemos, en cambio,  es reaccionar, es decir, salvarnos a nosotros mismo de morir ahogados por el sufrimiento que no estamos siendo capaces de filtrar y digerir.
Por lo tanto, podemos elegir y actuar, por lo menos, de dos maneras: podemos responder o podemos reaccionar.
Esta doble capacidad viene de nuestra evolución. Nuestro cerebro primitivo, también llamado reptiliano, cuando recibía un estimulo que consideraba peligroso, al llegar al talamo, en vez de pasar la información por el cortex, zona del cerebro donde está la capacidad para la reflexión y la creatividad, atajaba y mandaba la orden directamente a la amigdala, y esta ordenaba responder/actuar con el objetivo de la supervivencia. Esto es lo que nos pasa cuando al sentirnos en peligro damos automáticamente un volantazo en el coche o cuando en medio de una discusión, sintiéndonos amenazados, dejamos de escuchar, nos enfadamos y lamentamos a posteriori lo que ha salido por nuestra boca. 
¿Qué es lo que pasó? Me sentí amenazado y automaticamente reaccioné. ¿Era lo que había que hacer? Probablemente No. ¿Me he dado cuenta? Si. ¿Cuando? Tarde, cuando he tenido tiempo para reflexionar, y tras pasar la información por el cortex (reflexión), me he dado cuenta de que tendré que disculparme (solución creativa).
Como decía, no estoy obligado a reaccionar en todas las circunstancias. Está muy bien que la amigdala nos salve la vida cuando estamos en peligro, pero cuando no es esa la circunstancia, usemos el cortex que nos ha costado unos cientos de miles de años evolucionarlo y ponerlo al día.
El cortex sirve para analizar, reflexionar y buscar soluciones creativas. Es decir, sirve para elaborar, como por ejemplo, RESPONDER TRAS HABER ESCUCHADO.

La imagen puede contener: 1 persona, calzado
Ron Mueck, Mujer sentada, 1999-2000.
De escuchar al otro, hablaré en las próximas entradas. Pienso que antes de hablar de la escucha al otro, es necesario que paremos un momento a reflexionar sobre la escucha a uno mismo. ¿Qué tengo que escucharme a mi mismo, pasar por mi cortex y reflexionar para luego poder responder?
Si quiero honrar la verdad de la vida, he de descubrir que las pérdidas nos remiten a tres principios fundamentales que gobiernan la existencia: 
No se puede vivir sin sufrir.  
Esta verdad está en el corazón de la experiencia humana: desde el nacimiento, con el primer llanto, hasta la gradual disolución de la corporeidad, la vida está marcada por la provisionalidad y por el sufrimiento. 
No se puede sufrir sin esperar. 
El sufrimiento no se busca, a menos que se sea masoquista. El sufrimiento “forma parte de”, es “un sine qua non” de la existencia, pero no es fin en sí mismo. Tiene sentido en la medida en la cual se puede revestir de esperanza o deja espacio a elementos de luz y de positiva transformación. 
No se puede sufrir sin abrirse.  
Perder a alguien o algo significa sí, el cierre de una puerta, pero también ser conscientes que quedan abiertas otras ventanas, otras posibilidades para afrontar las incógnitas de la vida. Abrirse significa poder comunicarse y permitir sanar a las heridas, transformando el sufrimiento en compasión y en mayores sensibilidades hacia los demás. Cerrarse, por otro lado, lleva a aislarse, a vivir en la oscuridad. 
La imagen puede contener: una o varias personas y primer plano
Omar Ortiz, Salto de Fe II, 2016.
Quizá, si nos entrenamos en el arte de acogernos con pausa, escucharnos poniendo tiempo nosotros mismos, así como en el arte de respondernos mesuradamente a nosotros mismos, es decir, de dialogar con nosotros mismo, siendo oyentes de nosotros mismo, podamos luego ser oyentes de los otros y de esa manera poder dialogar con los otros.

3 comentarios:

Marvin Colorado dijo...

Gracias Xabi!!! Me resulta de gran utilidad para el acompañamiento en el duelo.
Abrazos!!
Marvin Colorado.

Grupo IECoaching Educativo dijo...

Me ha gustado no se puede sufrir sin esperar. Sufrir es un callejón con salida.

Unknown dijo...

Gracias Xabi, me hace reflexionar.